martes, 14 de enero de 2014

Historia de las causas perdidas

Debió ser cerca del 2003 cuando Nacha, la pastor alemán de la casa, fue atropellada por un carro. Desde mi papá hasta la French poodle -que en ese entonces también era nuestra mascota- pasamos por la tristeza de ver el cadáver de Nacha en el baúl del carro de mi papá, luego de que la hubiese encontrado en un separador.

Las amigas del trabajo de mi mamá intentaron lidiarle la tusa por Nacha regalándole una nueva pastor alemán, a la que llamamos Kary; justo el día después en que habíamos ido a conseguir otra Nacha en un criadero. Ambas de la misma raza y edad eran realmente diferentes en su comportamiento, y los de la casa nos juntábamos para intentar educar a las dos cachorras que destrozaban todo a su paso.

La cosa empeoró cuando un día llegó Arturo -un amigo vecino de mi mamá- con una perra pastor de la calle que sufría de un sangrado vaginal permanente, pidiendo que nos hiciéramos cargo de ella porque él se la había encontrado y no tenía los medios para poder costearle un tratamiento. La perra tenía unas masas-tumores en la panza y su vagina estaba florecida y no paraba de sangrar. Tenía mal aspecto y olía feo. Se notaba que llevaba meses viviendo en la calle.

Mis papás llamaron a la veterinaria que siempre se había encargado de nuestros perros y la sometimos a tratamientos. Le cosieron más de 3 veces la vagina creyendo que era un desgarre, pero siempre se descosía y era más doloroso verla como sufría con eso. Luego, le pusieron muchos medicamentos para intentar hacer desaparecer los tumores que tenía, que posiblemente habían sido originados por patadas de la gente que en la calle acostumbra a pegarle a los perros. Pero tampoco funcionaba.

A veces me daba asco verla, porque olía a sangre y su pelo era áspero y diferente al de las cachorritas. Pero, cuando me acercaba a la cama que le habíamos hecho en un lugar apartado de las demás, ella agachaba sus orejas y lloraba un poco. Eso me partía el corazón, y por eso luego de unos días dejé de subir a la terraza a verla, porque me causaba mucha tristeza verla morirse de a pocos y no quería llegar a quererla para después tener que enterrarla como había pasado con Nacha.

**

El día en que la veterinaria debía llegar con la inyección que acabaría con ese sufrimiento para la perra, alguien le dijo a mi mamá que debía llevarla a la U Nacional, que allá fijo le decían si se podía salvar o si debían sacrificarla. Forramos el carro en plástico para que no se llenara de sangre y la llevamos. Efectivamente los tumores habían sido ocasionados por golpes, eran 3, dos en la panza y uno en la parte baja, en los ovarios, que causaba esa hemorragia. Estaba además descalcificada y a punto de morir por tanta sangre que había estado derramando. Mis papás aceptaron costear el tratamiento, que duró meses, pero que al final resultó.

Arturo le había puesto "Chana" y así se quedó. Creció un poco más, se puso gorda y muy bonita. Era realmente noble, educada, agradable y consentida. Nos defendió de 2 intentos de atraco y un año después nos dio 11 cachorritos pastor alemán.

*Toda la historia la he estado pensando en estos días porque me doy cuenta que una cosa tras otra me ha llevado siempre a creer en las causas pérdidas. Que soy así, que no puedo hacer más.