domingo, 24 de marzo de 2019

Canciones

Siempre quise tener un novio que se llamara Daniel, en parte por la canción de Bat for lashes y por el mancito más lindo de once. Daniel me gustaba, como casi a todas las chicas del curso, como a mi mejor amiga, como a la novia que decían que tenía pero que nadie conoció. Era tan lindo que me gustaba mirarlo en las clases cuando se portaba como un gamín y un bruto, cuando jugaba fútbol y se llenaba la cara de mugre y el pasto seco se le enredaba entre los pelos de las piernas. El caso es que yo le caía mal y nunca más conocí a otro con el mismo nombre. Ha sido triste saber que no logré cantarle a nadie Daniel when I first saw you I knew that you had a flame in your heart, and under our blue skies marble movie skies I found a home in your eyes we'll never be apart...

Si me pongo a pensar en canciones que me hubiera gustado dedicarle a gente que me gustaba encuentro desde vallenatos de piscina de Melgar, hasta las canciones que más me gustan de Blondie. El día que pude cantarle y bailarle a alguien Heart of glass quizás no fue tan relevante para él y es probable que ya lo haya olvidado. Si me pongo a pensar en las canciones que me han cantado, no recuerdo la gran mayoría, creo que por mucho podría recordar dos o tres.

De las canciones que más recuerdo escuchar con alguien está Psyco Killer y Sweet disposition. Sweet disposition me sabe a cerveza con las lágrimas que me tragaba una noche, mientras despedía a alguien; y la otra me sabe a ginebra y a pelos de gato. Tal vez son las canciones que me han acompañado los últimos dos años cada que regreso a la cerveza y a las lágrimas entrecortadas, o al ginebra de la inseguridad. Quizás ahora mismo me gusta más confundir este par entre Dancing with a stranger y Cherry. Todavía no sé bien por qué, le puedo echar la culpa a que el carro tiene, a parte del radio, una unidad de CD y no tengo más que DVD viejos que no quiero volver a escuchar. Lo que me obliga, de cierta manera, a escuchar la radio al menos dos veces a la semana.

A veces escribo, como hoy, para entender algunas cosas de mi cabeza que me quedan tan grande, como el saber por qué le caía mal a Daniel y 13 años después me llega su petición de amistad a Facebook. Veo que además de ser raro el asunto, tiene solo una foto del 2010 y nada más. No tiene nada, nada de nada en su perfil. No creo que me quiera hablar, porque nunca hemos tenido qué decirnos, seguro le salí de recomendada y está tan solo que quiere tener un número que le sume entre sus amistades. Ni idea.

Además de haber querido tener un Daniel, también me hubiera gustado conocer con suficiencia varios géneros musicales, artistas y canciones (entre muchas cosas más) y haber sido otra que fuera más extrovertida y entradora, llena de amigos, Danieles y Danielas a los cuales invitar a una fiesta de salón comunal. Quizá eso me habría evitado caer en pensamientos tontos, o repetir las canciones por años y, a lo mejor, olvidar estas anécdotas pendejas. En todo caso, a medida que escribo esto me doy cuenta de que de haberle caído bien a Daniel y de haberle cantado And in the golden blue crying took me to the darkest place and you have set fire to my heart... seguramente sabría otras canciones, escogería otro nombre raro para fantasear y escribir post en internet y, fijo tendría otros o más amigos. 

Lo más probable es que Daniel nunca sepa (ni entienda) que me pregunté todo el 2005 qué razones tendría para que yo le cayera mal, que su petición rara de amistad me recordó eso. En todo caso, trece años después todavía pienso que de haber podido escoger, no solo me habría gustado ser otra, sino que además, habría compuesto una canción para ahorrarme el montón de palabras que dejé aquí.