lunes, 12 de febrero de 2018

Número 4

Caminamos por vías sin sentido,
todo el tiempo hay ruido alrededor.
Fácilmente nos distraemos con el paisaje;
tanto caminar, tanto correr
no hay un lugar para nosotros.



domingo, 4 de febrero de 2018

Bu 武

Creo que de las cosas más difíciles que hay es pedir ayuda. Ponerse en la posición de necesidad y solicitar que alguien intervenga con su mano es un reto, un dolor de cabeza cuando está la predisposición de que nadie estará ahí y que solo uno puede con su vida, con lo que lo agobia.

Pasar por ciertos momentos me ha llevado muchas veces a hacer de mi una persona fuerte que puede enfrentar lo que se le venga con una cara amable y aguerrida, y cuando menos me doy cuenta, estoy fuera del lío que me trajo a tomar coraje y sola he ganado y avanzado en lo que creía que no iba a poder. Sin embargo, un día las fuerzas se me fueron y quedé en un estado de desolación; en una incomodidad conmigo muy diferente a la soledad con la que se suele convivir con amistad; encerrada, bajo una sensación de pérdida de mi misma, de intermitente aflicción por lo que hay, hubo y habrá; una desesperanza por la vida y por cualquier cosa en la que he tenido convicción alguna vez.

Me avergonzaba mucho pensar en pedir ayuda a un psicólogo porque suelo considerar mis sentimientos y frustraciones como quejas de una niña mimada que se ha quedado sin oficio y ha encontrado en el drama una posición cómoda en la que disfruta estar. Y de los psicólogos suele hablarse tan mal, que tenía prevenciones con lo que podrían decirme. También, al haber juzgado la gente que no ha podido consigo misma y haberme burlado de  ciertas artes, de contactos y de situaciones sociales en las que por ignorancia creo que se encuentra un montón de gente que no sufre y que ve la vida como una alegoría, sentí pena durante semanas para poder contarle a la gente lo que me pasaba.

Pero esta semana, sin duda de las más complicadas que me han tocado, toqué una puerta que me llevó a otras más. Primero, vi el vídeo del perro por segunda vez porque me lo recomendaron y ya no fue solamente "bonito" sino que de una me empujó a buscar ayuda. Fui a ver a AP, quién después de escucharme no se asustó ni sintió asco de lo que le conté, por el contrario, tomó toda mi carga para mostrarme que lo que tenía era un buen número de posibilidades para hacer mucho mejor las cosas. Fui a Jiu- jitsu, invitada por A, y salí con unas palabras que dejaron en la clase: cuidado corporal (cuidado de si mismo), oportunidad (no forzar las cosas), respeto por el otro. Pero por sobre todas esas cosas tan bonitas, me di toda la oportunidad de hacer lo que quería hacer, hablarle a la gente sin prevenciones y desde el corazón, aprender de todo lo que me rodeaba y darme la oportunidad de fallar, de caerme y levantarme para hacerlo mejor. Me agradó estar conmigo y aunque a veces sentía ganas de salir corriendo, me di la oportunidad de hacer cosas nuevas y mostrarme tal como era. 

Conocí nuevas personas, gente agradable con ciertas costumbres que no son las mías y que ignoré porque era irrelevante enfocarse en eso; todos tienen algo que enseñar, algo bonito que aportar. Me gustó darme otra oportunidad de hablar sin sentirme enferma o presa de una sensación amarga; me gustó encontrar que he estado equivocada y que aunque no puedo devolver el tiempo, puedo cambiar lo que hay y lo que viene.

Lo que realmente me avergüenza no es pedir ayuda, es la ignorancia, el no explorar posibilidades, el no escuchar a otros, el no hacer y aprovechar todo lo bonito que hay dispuesto. Me pido disculpas por no tomar lo desagradable como una oportunidad para crear, pero me agradezco por haber escuchado y estar dispuesta a empezar.