domingo, 3 de febrero de 2019

Saber lo que se quiere

Hace unos meses alguien me escribió que yo no sabía lo que quería pero que "él sí sabía qué me convenía y que yo lo estaba echando a perder". Dejamos de hablar ese día, obvio, pero aún me acuerdo de esa y otras frases que me dan risa. Y es que, aunque fue una declaración atrevida, ¿cómo puede saber alguien qué le conviene? Tal vez, mi pregunta realmente es: ¿cómo sabe alguien qué quiere?

Yo he querido muchas cosas. Cuando era pequeña quería ser paleontóloga porque me gustaba el papel de Laura Dern en Jurassic Park. Luego quise ser cantante porque me moría por Debbie Harry; más tarde quise ser bailarina y actriz. Lo de actriz lo hice con un grupo de teatro más o menos cuando tenía 17 y luego ya me puse a estudiar licenciatura. Quise ser profesora, para lo que se me da bien ser actriz, y aún así sigo pensando que tal vez no hice lo que quería y que quién sabe si era lo que me convenía. Quise también tener perros y he tenido unos 8 en mi vida que se murieron; quise gatos, hasta que quedé encartada con tantos que tengo 2 en otra casa. Quise un carro y me desencanté por no poder dormirme en los trayectos largos. He querido y tenido tantas cosas que me toca seleccionar algunas como episodios que me pueden resultar graciosos.

A veces la gente con la que hablo de estas cosas presupone que me convenía elegir la vida que eligieron, o la que hubieran elegido de haber estado en mi lugar, o la que le fue mejor a la hija de X o la que le traería a uno más dinero. Ya tampoco es que me sorprenda que las personas quieran arreglarle la vida a los demás, tampoco que crean saber algo tan trascendental e importante que necesite ser escuchado por mí. Después de tanto, al final me he vuelto buena simulando que escucho, y supongo que así todos tenemos algo de qué hablar por un rato hasta que se me vuelve a olvidar.

En ocasiones suelo hacerme una lista de comparaciones en mi cabeza en las que copio la vida de alguien más, los gustos de alguien más, lo que sabe alguien más o los lugares a los que ha ido otra persona. En unos escenarios me siento contenta y en otros muero de aburrimiento. Que puede ser que el gusto por el aburrimiento sea más fácil de encontrar que el éxito, y claro, quisiera ser exitosa, no sé en qué, porque no sé si un profesor pueda ser exitoso mientras se apega a reglas y repite lo que le mandan a repetir, o si una mujer es exitosa cuando lo decide, o si espero a tener una casa a mi nombre para ser exitosa, o si de forma milagrosa me visita el espíritu santo del éxito y me preña de alguna sensación que me satisfaga. Realmente no puedo decir qué quiero, mucho menos que si al tenerlo vaya a seguir queriendo lo mismo.

No me deprime la situación, si a caso puedo llegar a evocarlo, en realidad me siento como público de mí, como alguien que se ríe y se duele de una novela de la que es protagonista. Sé que eso me conviene, al menos me divierte más porque me permite barajar los días como vienen y sentirme más tranquila. 

En una conferencia a la que asistí hace dos años decía un man "el que no sabe para dónde va cualquier bus le sirve". Ah, qué desperdicio todo el tiempo en que me sentí mal por no saber si quería o no subirme al bus ignorando cuántos ya había tomado.