He dudado sobre escribir o no este post en mi blog- diario-
de- señora- que- no- crece, o si debería estar en Tumblr para que no se mueva
tanto, o si en Medium para que más gente lo lea; pero cada día he encontrado
una razón más para hacerlo desde aquí, finalmente es mi blog más antiguo y desde
donde me siento más cómoda escribiendo anécdotas con esta voz adolescente.
Anoche A decía que debería existir una manera de trabajar
en un voluntariado con las niñas de colegios para que se empoderaran desde
pequeñas, para que aprendieran todo lo que pueden hacer con las matemáticas y
descubrieran que pueden ser y hacer lo que ellas quieran. Amo esas ideas y ojalá
pudiéramos hacerlo varias personas y llevar esa “evangelización del conocimiento”
hasta el último rincón del planeta. Y en medio de eso, también pensé que esa
era una buena razón para escribir el recuerdo del abuso que sufrí. Llego a eso –y
lo aclaro desde antes– porque siento que de alguna manera al usar mi propia
vida he logrado entrar y entender a muchas personas y, además, siento que
aunque internet puede limitar el acceso a contextos donde tal vez necesitarían
más mi relato, pues puede que de alguna manera alerte a la gente que lea o que
escuche lo que a mi me pasó.
Todo este post inicia hace unos días, cuando dos de mis
amigas me compartieron este link: https://www.instagram.com/p/B7KWqX6pBvJ/?utm_source=ig_web_copy_link
y entonces todas discutimos al respecto y nos preguntamos por los recuerdos que
tenemos sobre los abusos que hemos vivido. Mi recuerdo inicia en el apartamento
de unas amigas, escondiéndome debajo de la cama, esperando que alguna de las
dos hermanas llegue y me encuentre y se acabe el juego. Yo tenía menos de 5
años y mi percepción es que no entendía bien cómo se jugaba. Recuerdo el ataque
de rinitis que tenía y terminar estornudando, pensando que había dañado el
juego. Lo siguiente que vi mientras me limpiaba los mocos, fue al hermano mayor
de ellas, metiéndose debajo de la cama, sin ropa, pidiéndome que me moviera
hacia la pared.
No puedo recordar –supongo
que de verdad no puedo– qué fue lo que pasó en ese momento. Sé que el man me vistió
después, mientras yo trataba de taparme y mientras se me salían las lágrimas y
los mocos. Recuerdo verlo de pie, frente a mí, amenazándome con con decirle a
mis papás lo que yo había hecho, si llegaba a dar quejas. Todo el mundo sabía
que mi papá era de muy mal genio y que todos le teníamos miedo, así que nunca
pude decirle nada. Las chicas, las hermanas de Raúl –me parece curioso que
recuerdo los nombres perfectamente– iban a mi casa a jugar, pero desde ese
entonces empezaron a amenazarme con las imágenes de unos payasos de un libro.
Me decían que si yo daba quejas o contaba “nuestro secreto” el payaso (aprovecharon
el contexto de Pennywise) iba a venir a matarme en la ducha. Tuve miedo hasta
muy grande para bañarme sola y aún le tengo terror a los payasos. Pasaron
muchos años hasta que pude entender que había sido violada.
Es la primera vez que me
atrevo a explicar todo esto con los detalles que puedo recordar. La sensación
que siento está entre tristeza-rabia y una especie de esperanza, pensando que a
lo mejor mi propia historia llegue a alertar a mamás, a papás y a otros niños y
niñas. Mis papás, por ejemplo, nunca supieron esto. De hecho, es solo cuando
leo en la historia de instagram “¿es que la mamá no la
bañaba que no se daba cuenta?" fueron muchas las veces que fui a la
pediatra por molestias, alergias y dolores en la zona íntima pero teniendo en
cuenta que solo era una niña lo único que pensaban es que no me higienizaba
bien.” que ato otros cabos y recuerdo otro episodio horrible.
Recuerdo haber estado en un consultorio médico con mi mamá. Me
abrazaba y me miraba con los ojos aguados, mientras la doctora me hacía un
frotis vaginal. Yo lloraba y le suplicaba a mi mamá que me sacara de ahí, que me
dolía mucho. No sé si de verdad ese frotis duró la eternidad que me parece recordar,
ni tampoco sé qué diagnóstico tuve ni qué pudo pasar después. Recordar es
doloroso, pero además es difícil. A veces pienso que eso jamás pudo pasarme a
mi porque no había razón para que viviera algo similar, que simplemente la penetración
jamás ocurrió porque no la puedo recordar. Y la verdad, es que no lo sé.
Vivimos un par de años en ese apartamento y cada vez que iba a jugar
al patio veía a Raúl, que me saludaba con beso en la boca. Raúl fue mi primer
beso, un pelao de 14 años que abusó de mí cuando tenía 5. Nunca le dije a nadie
todo esto, ni con tanto detalle. Mis papás no lo saben y de hecho, preferiría
que ya no lo supieran. Quisiera viajar en el tiempo para salvarme, o poder
reescribir la historia. Hoy me atrevo a contar esto esperando que menos
personas –ojalá ninguna– repitiera esto. Quisiera que más personas hablaran con
sus hijos y que no normalizaran nada. Como profe siempre intento intervenir
y prevenir, como mujer solo puedo dejarles mi historia.