Hoy leía la historia de los hijos de Martina y Benjamín. Sin lugar a duda la historia de amor de los dos personajes está llena de clichés con los que seguramente cualquier pareja se puede identificar. A veces me creo Martina, a veces Benjamín, y me desespera. Siento que la historia me hace encontrarme, perderme, encontrar a otros, perderlos. Una mamera.
Sin embargo, me causó mucha curiosidad la historia de la hija. Describen por encima lo que pasó por la cabeza de Martina al darse cuenta que sería la mamá que nunca quiso ser, y peor aun, que intentaría huir de ello. Seguramente me vi reflejada porque siempre quiero huir de todo, y sin lugar a duda ser mamá sería una de las cosas que me haría salir corriendo.
Durante 23 años pensé que tener hijos sería una carga imposible de llevar para mi egoísmo y desorden. Renegaba y me burlaba del sueño de ser madre y todas esas cosas que hace uno cuando es joven. Así fue hasta enero de este año, cuando de la nada enfermé del útero y tuve que ir al hospital. Pasé horas enteras esperando en una sala a que me atendieran, viendo salir y llegar a muchas mujeres de mi edad, mayores y menores que cargaban con sus bebés que iban a parir pronto o que sencillamente tenían los mismos síntomas que yo y resultaban embarazadas.
Ese día no me podía poner de pie. Caminaba agachada y me dolía el vientre profundamente. Las mujeres que se sentaban a mi lado me decían que estaba embarazada y que eso siempre es una bendición. Que nada es más lindo que tener hijos, que la familia se asusta pero que luego todo está bien. En ese momento estaba sola porque no dejaban entrar a mi mamá que me acompañaba. Veía la imagen de ella y de mi papá junto con la cara del ex novio -que por esos días habíamos discutido- y me puse a llorar. Lo veía a él y a Doña Teresa recibiendo la noticia, sabiendo que en medio de todo esa sería una tranquilidad, que ella me cuidaría y que de cierta manera le daría una motivación para vivir y para intentar arreglar lo que nunca se pudo. Pero, cuando eso venía a mi cabeza lo veía de nuevo y sabía que eso no era lo que yo quería, así que lo llamé y le conté entre lágrimas lo que me pasaba, mientras esperaba los resultados de las pruebas hechas horas antes.
Un rato después de llamar al ex y a mi mamá a decirles que podía ser un embarazo, el doctor me entrego los resultados: que no era un embarazo, que el útero se había inflamado porque estaba llena de quistes y que eso podría ocurrirme una y otra vez sin razón alguna. Que debía ir al especialista a que me los trataran y a que me hicieran pruebas de fertilidad porque tal vez nunca podría tener hijos. Apenas supe eso lo volví a llamar y le dije que estaba enferma, que ahora el lío no era estar embarazada si no nunca llegar a estarlo, y que tal vez un día si iba a querer, y que no había nada peor que decirme que "no podía hacer" algo, que ese tipo de cosas deberían ser mi decisión. El ex se río y dijo que todo iba a salir bien, que no llorara, pero también lloró.
Hace poco me enteré que me curé de los quistes, que ya no tengo nada. La prueba de fertilidad nunca me la quise hacer, me dio pereza saber si sí o si no. ¿Para qué? De cualquier forma sigo pensando que estoy mejor creyendo que tengo el poder de decidir, que sé que no quiero ahora y que así están las cosas en orden. Que al igual que Martina yo no podría dedicarme a cuidar de alguien más haciendo lo que me gusta, que le tengo miedo a todo, pero a lo que más le temo es no lograr lo que me he propuesto.
Me da pesar al leer a Martina, creo que en medio de la rabia que me da leerla está bien escrito el papel de niña consentida que no puede con las cosas, que no sabe librarlas, que parece fuerte, pero que al final resulta desfigurada al darse cuenta que nunca logró cumplir sus sueños.
En fin. Ojalá logre acabar pronto el libro.
Y que libro lees?
ResponderEliminarComedia Romántica de Ricardo Silva
ResponderEliminar