Desde antes de renunciar sabía que iba a estar en medio de
dos sentimientos; de alegría por haber salido al fin de esa corrupción tan
ridícula, y de tristeza porque pensaría una y otra vez que había fracasado, que
había defraudado a otros y a mí misma. Tal y como normalmente suelo creer cuando
las cosas no salen como espero.
Creo que jamás pasé tantos meses triste y agobiada como los
que viví desde mayo hasta hace dos semanas. Algunos saben que fue un sueño
cuando empecé a trabajar como profesora, luego de tantos descaches en los
trabajos que había tenido que realizar. Que me gustaba planear las clases para
los niños, cantarles, hacerles juegos y escucharlos. Que si bien no he sido la
mejor, creo que fue una gran satisfacción ver que además de entablar buenas
relaciones con los chicos estaba aprendiendo de sus situaciones, que me hacía
menos indiferente y que cada uno de los prejuicios con los que había llegado se
habían ido desbaratando a su lado, mientras ellos aprendían algo de inglés.
Pero desde el acontecimiento aquel con Diego todo se fue
dañando, no sólo porque él se había encargado de desvirtuarme delante de los
demás, sino porque ya no confiaba en nadie y me sentía indispuesta tratando de
mantener una cara y una calma que no me
nacía. Luego vinieron los cuentos con las peladas de undécimo, que se las
comían, que eran intocables, que pasan plata; la perseguidora porque hice,
porque no; el chismerío, las trabas para todo, la persecución a mis pelaos y a
mi hermano. Hasta que por fin desistí.
Nunca dejé de ser extraña para mis compañeros y algunos de los
chicos. Quizá yo tampoco me sentí del todo identificada con muchas cosas,
porque de hecho me cuesta mucho hacerme parte de un grupo y entablar relaciones
fuertes con la gente. Aun así, mis pelaos me acogieron y pasamos buenas y malas
cosas juntos, que es finalmente lo que interesa del asunto.
Desde ayer decidí que no iba a llorar ni a culparme más, no
sólo porque no vale la pena, sino porque realmente creo que hice lo suficiente
para superar las cosas aun cuando las condiciones no eran las propicias. Sé que
cometí muchos errores, y que por supuesto llegué al punto del fracaso. Que me
hastié de interactuar con la gente porque solo hablaban de los chismes de pasillo,
que me cansé de que me acusarán injustamente y de que todo fuera manejado como si fuera una mafia, una muy mediocre. Que peleé hasta más no poder, que lloré y me dañé el corazón. Que todo eso
lo hice temiendo no tener un trabajo e intentando mantener a la mayor parte de
la gente contenta, aunque fuera infeliz y amargada por ello.
Hoy volví al colegio para llevar unas notas y unos
materiales que tenía. Los chicos me abrazaban, me decían cuanta falta les
hacía. Algunos de primaria intentaron encerrarme en los salones pidiendo a
gritos que no me fuera y les diera clase de inglés. No lloré porque me lo prometí,
aunque se me desgarraba por dentro el corazón. En medio de todo sé que algo
hice bien, y que esta no va ser la última vez que enfrente todo esto, pero que
de esta primera hay que sacar todo lo que pueda y continuar con la cabeza en
alto, con los pies puestos, con los ojos bien abiertos.Seguir tal y como lo he
hecho siempre tras cada caída; intentar hacer lo mejor la próxima vez y no
rendirme. No llorar más.
o(
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