Una vez alguien me dijo que las libélulas eran de buena suerte, que cuando una aparecía frente a la puerta de la casa significaba "que venían buenas noticias"; que cuando pasaban cerca de uno era "que pasaría algo bueno". Yo nunca vi que algo especial sucediera cada vez que veía un bicho de esos feos en el campo o en la calle, así que durante años las libélulas fueron otro insecto más de esos que no me gustan porque además de volar, son grandotes y pasan cerca de uno como desafiantes, como si no les asustara la presencia del humano.
Todo comienza el día que mi hermano sufrió el paro respiratorio. Estuvimos con mi mamá desde la media noche hasta la madrugada esperando noticias, y a eso de las 5 mi mamá quiso salir al parqueadero a tomar aire y a orarle a Dios para que los médicos dijeran que se podía poner mejor y que las cosas iban a salir bien. Ella estaba mal, y yo trataba de ser el hombre de la casa que mantenía todo en orden con la mayor calma posible y tratando de ser "razonable" por sobre todas las cosas, y aunque la oración me parecía una pendejada que solo le daba paz a ella, la acompañé porque en medio de todo me sentía vulnerable y sin esperanza.
Recuerdo que el sol salió y lo primero que vimos fue algo brillante que se movía como dando círculos, como vacilante. Un bicho raro en forma de anillo que se golpeaba contra las llantas de los carros y el piso y que hacía un sonido "como de motor pequeño". De repente se abrió lo brillante que lo envolvía y nació una libélula. Mi mamá y yo recordamos el agüero y nos animamos porque podía ser una "señal divina"sobre la salud de mi hermano, y volvimos a la UCI por noticias. Eran buenas.
Hace dos o tres semanas estaba realmente deprimida, cansada de ver cómo año tras año resultaba fracasando en diferentes cosas, cómo no lograba conseguir un trabajo porque siempre encontraban peros, cómo las deudas iban incrementándose, etc. Estaba triste y ya molesta porque por razones chistosas y por error, me había negado a aceptar dos trabajos donde no me pagaban muy bien, pero lucían mucho mejor que el lugar donde trabajaba antes. Por otro lado, estaba por terminarse enero y eso significaba que el tiempo para conseguir empleo estaba agotándose y ya no creía posible encontrar un buen lugar donde me contrataran, donde no importara lo no graduada, donde me quedara cerca, donde me pagaran bien. Estaba arruinada.
Una mañana me levanté igual de desahuciada, muy llevada del putas, con una entrevista más a la que tenía que ir, una a la que ni le tenía buena espina ( porque había entendido mal el nombre del colegio durante la llamada). Al llegar a la puerta de ese lugar había una libélula verde que venía desde adentro y que pasó por en medio de la reja cerca de mi cabeza. Apenas la vi recordé el significado que le había dado a eso y me emocioné. Ese es el trabajo que ahora tengo.
No le tengo miedo a pasar por debajo de escaleras, ni a los gatos negros, ni a dejar el bolso en el piso, ni a los calzones amarillos, ni nada por el estilo. Siempre me he considerado alguien sin agüeros, por lo menos hasta aquel evento de mi hermano. No sé que tan efectivo sea, o si es algo psicológico, o si existe Dios y es una libélula gigante, no lo sé. Solo sé que hoy fue mi primer día con los niños, que me lo gocé mucho, que trabajé como burro y estuve a punto de enloquecer de estrés; pero que hoy retomé eso que me hace tan feliz, eso que me llena tanto hacer. Hoy no vi libélulas, pero no hizo falta, porque de verdad fui muy feliz de estar allí.
Pdta: Nos tocó hacer presentación de bienvenida. Los que me conocen sabrán por qué escogí esta canción ( y que soy un desastre bailando y hago el oso siempre).[El sonido es lo peor del mundo, mucho peor que yo bailando].