lunes, 6 de noviembre de 2017

Perro muerto

Vi un perro muerto en la calle, no tenía moscas aún y apenas su pelo mojado dejaba ver que probablemente había llovido antes de que muriera. No parece haber sido arrollado, pero por alguna razón siempre creemos que todo perro en la calle lo ha matado un carro, aunque bien pudiera haber muerto envenenado o de alguna enfermedad y luego echado a la calle para que algún camión lo recogiera.

No soy un perro muerto, aunque me guste pensar que lo he sido a veces. No me gusta el pelo mojado ni la apariencia de humedad en él, tampoco lo graso. Me gusta andar erguida aunque a menudo se me olvida y dejo salir una joroba que me acompaña desde la adolescencia, en la que me sentaba mal. Me gusta tener el pelo lindo y brillante, me gusta caminar en dos pies y mover los brazos largos con ritmo; me gusta la voz que ladra en mi, pero no tanto como para hacer mucho ruido. Por eso sé que no puedo ser un perro muerto.

No puedo decir tampoco que sea un perro, ni que me hayan encontrado en la calle. Todas las veces que se han despedido me he quedado en casa viendo la lluvia caer, porque es lindo que todo llueva mientras uno está en casa, porque si se estuviera bajo la lluvia es porque está enamorado. Me he sentado muchas veces a esperar cerca de la puerta, hasta que resignada vuelvo a divertirme con lo de siempre y se me olvida esperar. Así que no puedo ser un perro de la calle, ni me han matado o abandonado en ella. 

Tampoco es que sea otro animal, ahora que lo pienso. Los animales no se complican en pensar si tienen el pelo bonito o si están en la casa o fuera de ella, tampoco es que piensen si les ha tocado nacer perro, pulga o gato. Al gato le gusta salir solo para saber que puede regresar porque maullando hará que le abramos la puerta. A los pájaros les gusta comer, es lo que he aprendido viviendo con ellos, pues nada les preocupa, ni siquiera su libertad porque si salen pronto morirían de hambre, dicen.

Debe ser que no soy nada. O tal vez soy como todos. Me invento un montón de palabras esperando como perro en casa, como pájaro en jaula y como gato que se va y vuelve. Ojalá fuera ballena y nadara por el mar con algún propósito, me dejaría acompañar y luego me iría lejos a morir, pero no encallada, porque es como morir en la calle y como un perro. 

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