jueves, 9 de abril de 2020

Tengo un dolor en la pierna izquierda


Hace dos semanas tengo un calambre en la pierna izquierda. Al principio pensé que podría ser varices porque ahora me la paso sentada casi 12 horas frente al computador. Mi primo Leo tiene varices (yo que creía que a los hombres no les daba), entonces quizás es hereditario. 

Me acordé de doña Etelvina, la señora que vivía en el primer piso de la casa en la que viví cuando tenía 6 años y mis papás no se habían separado la primera vez. Etelvina lavaba el patio cada sábado. Me gustaba sentarme en las escaleras y mirarla refregar todo con un cepillo desdentado. Etelvina usaba unas pantalonetas como de basketball y ahí, desde la parte de atrás de la rodilla descubierta le nacían ríos azules de venas que le llegaban hasta el tobillo. Me parecía curioso verle esos abultados hilos de sangre y muchas veces me quedé mirándoselos, pensando si yo tenía y por qué, por más que me buscaba, no los veía en mis piernas morenas.

Duré dos días sin querer revisarme, pensando que, a esta edad, podría tener las venas como Etelvina. “Es una enfermedad de las venas que duele”, me dijo mi mamá hace como 25 años, y aún le puedo escuchar el asco que le daba explicarme que no estaba bien querer tener eso en las piernas, ni sentarme con las piernas cruzadas porque me podían salir y entonces iba a caminar mal y a quejarme de dolores.

Dos días pensando en Etelvina, hasta que el dolor me llevó a mirar. Nada. Me medí las dos piernas pensando que se me estaba acortando la izquierda y, no. Me medí con una cuerda para ver si se me estaba engordando la pierna, tampoco. Hice estiramientos y pseudo ejercicios de casa, pero nada. 

Es solo un reflejo porque no camino distancias normales para un ser vivo, supuse hasta hoy. 

Pienso en los gatos, que necesitan moverse más que yo, que me la paso aplanando las nalgas en cualquier asiento; que yo, que paso horas y horas de los fines de semana acostada tomando la siesta a la siesta, huyendo de los pensamientos una y otra vez, hasta que la espalda me recuerda que he dormido demasiado y que tal vez sea hora de salir a caminar hasta la tienda. Pobres gatos. Pobre yo, que nací cansada y con sueño. 

Una caricia en la cabeza, un pico en la frente: ronroneos. Tin tin, son seis pasos aquí. Parpadeos a destiempo. El cuerpo se infla y se desinfla para seguir viviendo, y no coordino cuando siento que pongo atención al aire que tengo adentro. Acurrucarse en otros brazos, hay otro animal que huele diferente. Cerrar los ojos un momento y la pierna no duele tanto.¿Debería decir que me duele si no me está doliendo en ese momento? 

¿Qué será este dolor de pierna, que regresa ahora, cuando vuelvo a estar sola?

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